Para ti, Laura

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FRAGILE
CON AMOR

Carta para ella, la enfermera de mis días buenos (y nublados)

No sé si alguna vez te lo he dicho con todas las letras, pero te admiro. Y no solo por cómo te entregas a tu trabajo, por esa vocación tan tuya que te hace cuidar hasta cuando tú también necesitas cuidados. Sino también por cómo llenas mi vida —aunque a veces estés lejos— con esas pequeñas cosas que ya se han vuelto rutina, como cantar como locos en tu coche, que ahora casi siento más mío que el mío.

Tienes los ojos azules, igual que yo, pero en los tuyos hay una calma distinta, como si fueran capaces de quitarme el ruido de la cabeza con solo mirarte. Me acuerdo de ti cuando el cielo se pone gris, sé que los días nublados te entristecen, y a mí no me importa el color del cielo si sé que algún día volverás a estar debajo de él conmigo.

Granada ya casi la has conquistado entera conmigo, pero aún nos queda mirar las estrellas desde una montaña, que tengo pendiente llevarte —no se me olvida—. Me hace ilusión seguir descubriéndonos, aunque sea poco a poco, aunque sea a través de tus visitas o de mis viajes para verte. A veces es tu coche el que me lleva, otras veces eres tú quien tira de mí con esa constancia tuya que tanto admiro… como cuando me animas al gym, aunque yo siga siendo un poco desastre (pero lo intento, lo sabes).

Y bueno, hablando de desastres… últimamente no me salen las palomitas como antes. Ya sé que te encantan, o al menos te encantaban, porque últimamente me salen duras o raras. No sé si es culpa del maíz, de la olla o de mis "skills" de chef que están flojeando, pero lo importante es que tú te las sigues comiendo con una sonrisa, y eso para mí es como si me salieran perfectas cada vez.

Me haces bien. Incluso cuando refunfuño por cualquier cosa —porque sí, tengo mis cosas, mis manías, como cualquiera supongo—, tú sigues ahí, con paciencia, con cariño, como si entendieras incluso lo que yo no sé explicar. Y por eso te quiero, y por tantas otras cosas que se me quedarían en el tintero.

Tú te fijas en cada detalle, y yo intento seguirte el ritmo. Como aquella luz extra que te puse en el espejo para que te maquilles a gusto. No parece gran cosa, pero para mí fue como decirte "te veo, y quiero que todo lo que te rodee te lo recuerde". Porque te mereces que todo brille un poco más cuando estás cerca.

Y aunque aún nos queden caminos por recorrer, experiencias por vivir y chupachups por comprar de vuelta a casa, ya tengo claro que mi sitio favorito es ese: el camino de vuelta contigo, aunque la noche sea larga, aunque esté cansado, aunque refunfuñe.

Siempre contigo.